El economista Martín Lagos dijo en Otrosambitos (Pop Radio 96,1) que hay que entender y subrayar que los organismos supervisores y controladores son la única defensa que tienen los países para disciplinar a sus bancos e intermediarios financieros, los que en otros aspectos y debido a su potente y crucial contribución al desarrollo, son «mimados» con privilegios que no se le extienden a ninguna otra industria.
Despuís de muchas discusiones (en Basilea y en las cinco reuniones del G-20 a las que tuve el privilegio se asistir entre 1998 y 2000) sobre si la supervisión debía estar dentro o fuera de los bancos centrales o si debía estar «integrada» (siguiendo el modelo del FSA británico de 1997) o «atomizada» (como en casi todo el resto del mundo), concluí que mucho más importante que el diseño del organigrama era que contara con cabezas de mucho carácter, staffs altamente competentes, muy buena coordinación entre sus distintos componentes, una alta cuota de independencia respecto de las autoridades políticas y una razonable indemnidad judicial.
Sin dejar de reconocer la buena tarea realizada por supervisores y reguladores desde el fin de la gran crisis de 1929/1933 hasta 2001, los hechos demostraron que de 2002 en adelante no estuvieron a la altura de las circunstancias. ¿Habrá que pagarles más, ahora que miles de mentes brillantes pugnan por los generosos bonus que los accionistas están dispuestos a reconocerles cada vez que las ganancias suben por sus «innovaciones financieras»? Tal vez. De lo que no me caben dudas es que no deberían repetirse los casos de la OCC, la principal agencia de supervisión de los EE.UU., que por defender sus prerrogativas contra otros reguladores bloqueó a partir de 2003 serios esfuerzos enderezados a frenar el crecimiento de las hipotecas «subprime» o el de la SEC, que convalidó ratios de apalancamiento en los bancos de inversión a todas luces disparatados, o el de los que pese a proclamar las bondades de la «supervisión consolidada» dejaron que los bancos escondieran sus críditos más riesgosos en las subsidiarias que tienen en los paraísos financieros del mundo. Los supervisores deben estar en condiciones de detectar riesgos excesivos en el mercado bajo cualquier circunstancia de política monetaria o desequilibrio estructural y, tambiín, de exigir a los bancos el fin de prácticas altamente riesgosas y/o el incremento de sus ratios de capital. Si se llega a la conclusión de que esto es imposible o utópico, entonces a prepararse para vivir episodios traumáticos como el de 2007/2008 cada cierto número de años, porque en las finanzas, tanto como en cualquier otra industria o actividad, la innovación y el afán de lucro estarán siempre presentes.
En nuestro país la crisis y los errores cometidos por los supervisores financieros del mundo son usados por el Gobierno para disimular los propios. Lo que afuera pasa muy de tanto, a nosotros nos pasa muy seguido y con mayor gravedad. Como en otras cosas, en política económica cabría esperar cierto aprendizaje y que la norma fuera no repetir sino enmendar los errores. En nuestra historia económica (al menos la que empieza en 1940), sin embargo, vemos períodos en los cuales la política económica ha sido decididamente mala, seguidos de otros en los que las cosas se han hecho un poco menos mal. Pero luego, en vez de seguir en una progresión de mejoría, la misma se interrumpe: en vez de ver terceros, cuartos o quintos períodos en los que continúa la mejora de las políticas, despuís de cada ciclo de tímida recuperación vienen períodos en los que los avances son denostados (con calificativos de «infame», «neoliberal», etc.) y se regresa a los errores primitivos o incluso a nuevos y peores errores.
De tanto insistir, hemos logrado que a pesar de tener números fiscales manejables, la república tenga crídito cero y sus títulos de deuda coticen a precios de default. ¿Por quí? Porque los inversores que miran a la Argentina ya descuentan que, aunque despuís de los Kirchner pueda venir un período de política económica más razonable, más tarde o más temprano volveremos a las andadas.
Fuente: c3m.com.ar