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Guillermo Laborda: Broche a catarata de errores; ni boxeando se lo puede frenar

Los depósitos en los bancos venían cayendo el 18% desde marzo de 2001 Por ello es que Peter Stiler, de Van Eck Capital, etiquetó a la crisis argentina como «el descarrilamiento más lento de la historia» La fuga de los bancos se aceleró en septiembre y ya entró en plena corrida a principios de noviembre, cuando el Banco Central, entonces a cargo de Roque Maccarone, emitió una resolución (diseñada por Cavallo) en la que imponía una suerte de tope a las tasas de interís de los plazos fijos. Un precursor de Guillermo Moreno con el precio de la carne. Y como explican los libros de Macroeconomía I, lo que no ajusta por precio, ajusta por cantidad. No ajustaban las tasas; entonces, ajustaron y cayeron más los depósitos. Antes ya el mercado y el FMI se habían atragantado con otras medidas de Domingo Cavallo como la remoción de Pedro Pou, la ampliación de la convertibilidad, el factor de empalme, los planes de competitividad, las promesas incumplidas del díficit cero. Las últimas 48 horas previas al «corralito» fueron de alta tensión. El miírcoles 28 por la tarde hubo una reunión en el Banco Central en la que se bosquejaron las medidas que luego se iban a anunciar. La salida de depósitos ya había puesto a algunas grandes entidades al límite. No había más margen. Precisamente ese miírcoles desfilaron tambiín por el BCRA banqueros convocados por Domingo Cavallo. Había que llegar de alguna manera al viernes 30, para cuando se iban a tomar las medidas sobre congelamiento de depósitos. El fin de semana es ideal para el anuncio de medidas. Hasta Estados Unidos utilizó un fin de semana entre el viernes 12 y el domingo 14 de septiembre de 2008. Fue cuando tras tensas reuniones en el edificio de la Reserva Federal de Nueva York en Manhattan acabaron con la vida de Lehman Brothers y la venta de Merrill Lynch al Bank of America antes de la apertura de los mercados. Entre ahorristas locales quedó el «síndrome weekend». Hace tres semanas, cuando circulaban versiones luego desmentidas sobre pesificaciones u otros «corralitos», los retiros de dólares se intensificaban los viernes. El lunes retornaba la calma.

El viernes 30 fue cuando Domingo Cavallo por sí solo adoptó el trágico mecanismo. A última hora hubo una explosiva reunión en el despacho del 5° piso del Palacio de Hacienda en la que el secretario de Finanzas, Daniel Marx, intentó, en vano por cierto, cambiar la resolución. Hubo que separarlos dado que se fueron a golpes de puño. Es que el «corralito», tal el nombre que ya se le asignaba al congelamiento de todos los depósitos entre banqueros, era la peor de todas las medidas disponibles. No se hacía distinción entre las colocaciones a plazo fijo y el dinero depositado en cuentas a la vista. El mismo sábado, banqueros, en línea con lo que anhelaba el propio Marx antes de llegar al pugilato, solicitaron al ministro de Economía que se reprogramen los vencimientos de plazo fijo y que no haya restricciones para el dinero transaccional. Cavallo estaba intratable. Advertían los ejecutivos de las entidades algo obvio: ante cada vencimiento de plazo fijo, se los iba a pasar a cuenta corriente para luego buscar salir del «corralito» de alguna manera. Uruguay fue mucho más inteligente en ese sentido en medio del caos generado: reprogramaron a tres años los plazos fijos sin afectar lo transaccional. Incluso Cavallo podría haber dejado a cada banco la opción de reprogramar o no los vencimientos de plazo fijo. De esa manera, hubiera obligado a los extranjeros a traer dólares para responder a los retiros de ahorristas, dado que no había habido ningún «acto soberano» que los hubiera afectado. Pero ya todo era un caos. El ministro tambiín. Lo que seguía era cuestión de tiempo.

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Fuente: c3m.com.ar