Las fuerzas de seguridad de Egipto arrestaron al líder de los Hermanos Musulmanes, en medio de severas medidas contra el movimiento islamista luego de que las Fuerzas Armadas derrocaran al primer presidente elegido democráticamente en el país.
La dramática salida del presidente Mohamed Mursi fue recibida con alegría por millones de personas en las calles de El Cairo y otras ciudades durante la noche, pero aún persistían signos de resentimiento entre los egipcios opositores a la intervención militar.
Una coalición islamista liderada por los Hermanos llamó a los egipcios en todo el país para protestar el viernes tras las oraciones semanales, lo que mostrará el respaldo que aun pueda tener Mursi y la manera en que los mandos militares manejarán la situación.
Tal vez consciente de los riesgos de una sociedad polarizada, el nuevo líder interino, Mansour Adli, usó su juramentación para expresar un signo de paz a los Hermanos Musulmanes.
"Los Hermanos Musulmanes son parte de este pueblo y están invitados a participar en la construcción de la nación ya que nadie estará excluido y, si responden a la invitación, serán bienvenidos", expresó Mansour.
Pero un alto funcionario de los Hermanos dijo que no trabajaría con "las autoridades usurpadoras". Otro de sus políticos señaló que lo ocurrido podría llevar a otros grupos a una resistencia violenta.
El derrocamiento de Mursi luego de un año en el poder marcó otro giro en la turbulenta realidad que vivió la nación más poblada del mundo árabe en los dos años que siguieron a la caída del líder autocrático Hosni Mubarak en 2011 en el marco de la denominada Primavera Arabe.
Naciones Unidas, Estados Unidos y otras potencias mundiales no calificaron la destitución de Mursi como un golpe de Estado militar, ya que hacerlo podría desencadenar sanciones.
La intervención de las fuerzas armadas fue respaldada por millones de egipcios, incluyendo a líderes liberales y figuras religiosas que esperan nuevas elecciones. Los militares egipcios han estado en el centro del poder desde el derrocamiento del Rey Farouk en 1952.
La caída del primer líder electo luego de las revoluciones de la Primavera Arabe plantea interrogantes sobre el futuro del Islam en la política.
Los 84 millones de habitantes de Egipto, profundamente divididos, se encuentran nuevamente en el centro de atención en una región afectada además por la guerra civil en Siria.
Al menos 16 personas murieron y cientos resultaron heridas en enfrentamientos en las calles de Egipto el miírcoles. Las estaciones de televisión que simpatizaban con Mursi fueron sacadas del aire.
Mursi se encuentra bajo custodia militar, según fuentes del Ejírcito y de los Hermanos Musulmanes.
El máximo líder del movimiento islamista, Mohamed Badía, fue arrestado en la norteña ciudad de Marsa Matrouh, cerca de la frontera con Libia, pese a que fuentes de seguridad dijeron que no creen que hubiera intentado dejar el país.
Fiscales tambiín ordenaron el arresto del segundo al mando del movimiento, Khairat el-Shater. Ambos han sido acusados de incitar a la violencia a manifestantes que se encontraban en las afueras de unas instalaciones de los Hermanos Musulmanes en El Cairo que fueron atacadas el sábado por la noche.
Essam El-Erian, un miembro de alto rango de los Hermanos Musulmanes, dijo a travís de Facebook que las "oleadas de simpatía" hacia la agrupación aumentarán gradualmente con el tiempo y que los líderes islamistas del país fueron derrocados antes de que tuvieran la oportunidad de tener íxito.
"El final del golpe de Estado llegará más rápido de lo que imaginan", agregó.
En las afuera de la corte constitucional donde juró Mansour, el ingeniero de 25 años Maysar El-Tawtansy sintetizó el sentir entre quienes habían votado por Mursi en 2012 y se oponían a la intervención militar.
"Hicimos filas durante horas el día de la elección, y ahora nuestros votos son nulos", expresó. "No se trata de los Hermanos Musulmanes, se trata de Egipto. Hemos retrocedido 30, 60 años".
La cuenta regresiva para Mursi comenzó el domingo cuando millones de personas salieron a las calles para exigir su renuncia. Los manifestantes acusaron a los Hermanos Musulmanes de apropiarse de la revolución, afianzar su poder y -un elemento clave para muchos- no conseguir reactivar a la economía.
Eso le dio al jefe de las Fuerzas Armadas, general Abdel Fattah al-Sisi, que ya tenía sus reservas sobre el estado de la nación bajo Mursi, una justificación para invocar la "voluntad del pueblo" y exigir que el presidente compartiera el poder o se alejara del cargo.
Egipto tiene ahora un gobierno interino tecnócrata y estableció un panel para la reconciliación nacional. Se revisará la Constitución y se organizarán elecciones presidenciales y parlamentarias, sin establecerse un cronograma fijo.
Muchas potencias tambiín están interesadas en mantener la estabilidad de Egipto, un país por donde pasa el Canal de Suez y que es un elemento clave para la seguridad de Israel.
El presidente estadounidense Barack Obama, cuyo Gobierno proporciona 1.300 millones de dólares al año a los militares egipcios, expresó su preocupación por la destitución y pidió un rápido retorno de un Gobierno civil democráticamente elegido.
Sin embargo, Obama no llegó a condenar las acciones militares que podrían bloquear la ayuda de Estados Unidos.
Fuente: c3m.com.ar