Vencido el plazo para formar Gobierno en Israel, cuando el reloj pasaba ya de la medianoche del miércoles, la Kneset (Parlamento unicameral) ha votado su disolución, por 74 votos a favor frente a 45 en contra, 50 días después de las últimas elecciones. Los ciudadanos serán convocados de nuevo a las urnas el próximo 17 de septiembre, prolongando así la parálisis institucional que aqueja al Estado judío desde hace más de seis meses. El primer ministro en funciones, Benjamín Netanyahu, no ha logrado integrar en una coalición con mayoría suficiente a los partidos de la derecha, después de haber obtenido su quinta victoria en las urnas pese a las graves acusaciones de corrupción en su contra.#
Israel ha asistido en las últimas horas a un drama político sin precedentes. Mientras naufragaban las negociaciones para fraguar una coalición gubernamental, a causa de las disputas entre laicos y religiosos sobre el servicio militar obligatorio, los diputados iniciaron la sesión en la Kneset que iba a desembocar en la votación de disolución de la Cámara, que cuenta con 120 escaños. La repetición de las legislativas era la estratagema urdida por Netanyahu y los partidos del ala derecha parlamentaria, que suman 65 diputados, con el fin de impedir que el presidente de Israel, el conservador moderado Reuven Rivlin, pudiera encargar la formación de Gobierno al líder opositor y antiguo general jefe del Ejército, el centrista Benny Gantz.
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El frente de la oposición preparó también para la batalla. La jefa de filas de Meretz (izquierda pacifista), Tamar Zandberg, disparó la primera salva. “Estamos preparados para protagonizar al menos tres días de filibusterismo (prolongación al límite de las intervenciones) para dar tiempo a que el presidente Rivlin nombre otro candidato a formar Gobierno”, advirtió. “La presidencia de la Cámara, controlada por la derecha, replicó con un uniforme de los letrados parlamentarios y amenazó con llegar a detener el reloj antes de la medianoche si se alargaban los debates.
El culebrón político israelí sobresaltó la fragmentada Kneset surgida de las elecciones del 9 de abril, que acogá 11 partidos, de los que solo dos contaban sus diputados con dos dígitos. Aunque las negociaciones secretas para cerrar un acuerdo de última hora prosiguieron en los pasillos del Parlamento, el rumbo de colisión hacia la repetición de las legislativas era imparable.
El Ministerio de Finanzas había evaluado en cerca de 500 millones de shequels (unos 125 millones de euros) el coste para la Administración de organizar los nuevos comicios. En Israel la jornada electoral es semifestiva y acarrea unas pérdidas estimadas por los analistas económicos en unos 2.500 millones de shequels para la economía, a causa del cese de la actividad laboral y empresarial. Las arcas de los partidos están exhaustas tras la última campaña y los ciudadanos no parecen estar muy estimulados con la idea una campaña durante el tórrido verano de Tierra Santa.
El bloqueo político ha sido aparentemente impuesto por del ex ministro de Defensa y líder de Israel Nuestra Casa (cinco diputados), el ultraderechista laico Avigdor Lieberman, que ha exigido pactar la legislación sobre el servicio militar como condición previa a un acuerdo de Gobierno. Lieberman representa a cientos de miles votantes inmigrados a Israel desde la extinta Unión Soviética, caracterizados por su sesgo conservador y un estilo de vida laico. La reforma del sistema de alistamiento forzoso pondría fin a la exención que gozan ahora decenas de miles de alumnos de las escuelas talmúdicas, en contraposición al resto de los hombres y mujeres llamados a filas durante tres años al cumplir la mayoría de edad.
Los dos partidos ultraortodoxos judíos, que agrupan a 16 parlamentarios en la Knesset, han rechazado de plano el proyecto de ley impulsado por Lieberman para establecer el reclutamiento forzoso de un cupo de decenas de miles de estudiantes de las yeshivas (escuelas rabínicas). Los jaredíes o ultrarreligiosos suponen un 11% de la población israelí son la comunidad con mayor crecimiento demográfico.
Un órdago para descabalgar a Netanyahu
Pero el órdago de Lieberman parecía estar dirigido a descabalgar del poder a Netanyahu. Si el jefe de filas del Likud no lograba forjar un consenso entre los socios de Gobierno, el presidente de Israel, enfrentado de antiguo con el jefe del Ejecutivo, tenía la potestad de encargar la formación de Gabinete a otro dirigente.
El primer ministro prefería no arriesgarse a que Gantz, el rival que le desafío con fuerza en las urnas hace menos de dos meses, pudiera recibir de Rivlin el encargo de formar una coalición de Gobierno alternativa, a pesar de que los votos de toda la oposición solo suman 55 escaños. El presidente Rivlin asumió el martes por la noche su papel eminentemente ceremonial y se lavó las manos al recordar que la Knesset es soberana para legislar sobre su disolución, y que por ello “debe cargar en exclusiva con el peso de la decisión de llamar de nuevo a las urnas a los israelíes”.
Mientras tanto, el fiscal general de Israel, Avichai Mandelblit, ha fijado para comienzos de octubre el trámite de audiencia a Netanyahu previo a su previsible inculpación por fraude y soborno en tres casos investigados por la brigada policial anticorrupción. Un nuevo proceso electoral puede contribuir a retrasar la amenaza de la justicia que pende sobre el veterano primer ministro desde comienzos de año.
Fuente: c3m.com.ar