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Primer año de Alberto Fernández: deuda, pandemia y los “logros invisibles”.

Si los pronósticos se mantienen, en los próximos días el Congreso convertirá en ley el proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo del Ejecutivo y, posteriormente, se dará inicio en el país a la campaña de vacunación más grande de la historia. Ambos eventos marcarán el punto de quiebre a partir del cual se analizará de aquí en más el primer año de Alberto Fernández en la presidencia: el primero porque será sin duda uno de los mayores hitos de su gobierno; el segundo, porque permitirá empezar a dejar atrás la pandemia del coronavirus, que sin dudas marcó el compás de la política en este 2020. Sin embargo, los números redondos obligan a hacer balances y acá estamos, analizando un año de resultados fluctuantes en materia política, en donde pocas cosas pudieron pensarse por fuera de lo que fue el coronavirus.

Según el repaso de Casa Rosada, el 90% de las decisiones que se adoptaron hasta ahora estuvieron vinculadas de manera directa o indirecta al coronavirus. No hay una autocrítica en ese sentido, aseguran, pero sí un problema, y es que los principales logros en ese sentido fueron “invisibles”. “Se evitaron muertes, colapsos en la salud pública y la caída de muchos argentinos en la pobreza e indigencia”, señalaron a Ámbito. Pero claro, esta lista de logros es en términos comunicacionales muy difícil de transmitir. Es justamente en este punto donde está hoy uno de los principales focos de discusión al interior del Frente de Todos: en la necesidad de construir un relato que hilvane lo hecho hasta ahora y lo que vendrá, algo que dista mucho de los viernes de filminas a los que se acostumbró Alberto Fernández.

Desde que comenzó la pandemia hasta el cierre de este artículo, Argentina acumuló 1.469.919 casos positivos y un total de 40.009 muertes por la enfermedad. Durante el mismo período, el Presidente encabezó 18 anuncios referidos a las medidas sanitarias. La foto de cada uno sirve hoy como registro de cómo evolucionaron las relaciones de poder en el plano político, comenzando por un apoyo explícito de las fuerzas de la oposición que dio paso a una tríada Nación-Provincia-Ciudad, la cual mantuvo una tregua hasta que se desató el conflicto por la coparticipación, y dejando a su paso a un Rodríguez Larreta fortalecido al interior de un PRO que todavía no termina de reconstruirse. Pero vamos por partes.

El domingo 1 de marzo, mientras Alberto Fernández exponía cuáles serían los ejes de su gestión en la apertura de las sesiones ordinarias, un hombre de 43 años proveniente de Milán arribó a Buenos Aires con el virus. Para entonces, la enfermedad no era materia desconocida para el Gobierno, que venía manteniendo reuniones periódicas por el tema desde enero. Sin embargo, todavía no se preveían las dimensiones de lo que vendría y fue entonces que el Jefe de Estado preparó un discurso que tuvo como ejes la deuda externa, la reforma judicial y el aborto.

De hecho la agenda de la pospandemia comenzó a escribirse días antes de ese acto en el Museo del Bicentenario, cuando el Jefe de Estado cambió el formato de anuncio de extensión de la cuarentena y difundió un breve mensaje a través de sus redes sociales. Su regreso a Casa Rosada y la vuelta de los viajes al interior completaron el cuadro. Apenas semanas después, la tregua entre el jefe de Gobierno de la Ciudad, Horacio Rodríguez Larreta, con los gobiernos nacional y bonaerense, llegaba a su fin mientras el interior del frente también se erosionaba.

Relaciones de poder

El anuncio oficial del envío de un proyecto de ley al Congreso para redistribuir los fondos coparticipables marcó el fin de la mesa de tres que supieron lograr Fernández, Kicillof y Rodríguez Larreta. Si bien los tres siguieron reuniéndose periódicamente por temas vinculados a la pandemia, la relación se quebró tras la reducción de los fondos que finalmente se aprobó en el Congreso, y que la ciudad apelará en la Corte Suprema. El distanciamiento del Jefe de Gobierno porteño lo posiciona como líder en el tablero de una oposición que no se termina de definir. Pero no es la única.