El diputado nacional Martín Lousteau no desconoce que a sus 42 años gana en ciertas plateas con su loock casual y descontracturado, del que sacó máximo provecho en su visita a la ciudad de Santa Fe.
Antes de viajar a Washington con la delegación de legisladores para marcar la posición argentino en la controversia con los fondos buitre, el ex ministro de Economía fue el plato fuerte una jornada que bien podría considerarse como el prelanzamiento de la candidatura a gobernador del tambiín diputado nacional Mario Barletta, quien lo trajo a la ciudad y lo paseó por variados ámbitos, incluyendo un desayuno con la prensa en el que el líder radical se insinuó diciendo "en esa dirección estamos" cuando le preguntaron si será candidato.
—¿Vino a respaldar al precandidato a gobernador por el radicalismo en el Frente Progresista?
—Ojalá Barletta sea el candidato a gobernador. Nos conocimos en la Cámara de Diputados. Cuando miramos este país advertimos que el principal problema ha sido de gestión del Estado. Por eso que las personas que han tenido experiencia probada de gestión, que son capaces de formar equipos de gobierno, de convocar a los mejores, y que por esto tiene respaldo ciudadano, me parece importante que se la jueguen para transformar el Estado en una escala cada vez más grande.
—¿Confía en las chances de Unen para ganar las presidenciales el año próximo?
—Tiene chances, obviamente. Pero primero tiene chances de algo mucho más importante que la Presidencia, que en sí es un gran objetivo, que es reequilibrar el sistema político, y la única fuerza que tiene chances de hacerlo es Unen.
—¿Por quí?
—Primero, porque del otro lado hay dos vertientes del peronismo que sabemos que despuís se van a unir si ganan el poder. Segundo, porque cuando hay que discutir, ese poder tiene que ser una fuerza con representación territorial, y esa es Unen, con candidatos fuertes en todos los distritos. Eso implica no sólo tener una decena de gobernadores sino una centena de legisladores.
—Usted integró este gobierno y ahora lo enfrenta.
—Estuve cinco meses en la administración anterior de Cristina Fernández en un momento en que la promesa de la presidente era la concertación. En su discurso inaugural y en la inauguración de las sesiones del Congreso durante su asunción ella habló de la institucionalización y de Alemania como modelo.
—¿No cumplió?
—Está a la vista.
—La fuerza que usted integra sostiene la inexistencia de un modelo económico tal como lo enuncia el gobierno. ¿Existe tal modelo?
—No creo que haya existido en ningún momento. Si pasó que a (Nístor) Kirchner le tocó, haciendo un parangón, manejar una suerte de hospital de guerra. Amputar, suturar y dar penicilina; era el momento para construir ese modelo económico, del que el gobierno habla. Cristina podría haber dado características a lo que vino despuís en una suerte de hospital de mediana complejidad.
—¿Kirchner piloteó la crisis?
—Lo que existía al principio fueron condiciones heredadas de la crisis. El tipo de cambio era muy competitivo, habíamos heredado un superávit fiscal, el peso de la deuda ya no tenía relevancia, y si a eso se le suma la reestructuración…, eso hizo que Argentina creciera rápido. Despuís ayudó el mundo. El modelo había que construirlo cuando esas cosas empezaban en tensión, y ahí no hubo capacidad para crear verdaderamente un modelo.
—Se instaló la idea de que Kirchner manejó la economía hasta su muerte. ¿Fue así?
—Kirchner no entendía de economía. Creo, sí, que entendía de las cuentas básicas, que es tratar de mantener cierta solidez o solvencia fiscal. Pero, insisto, la crisis de 2001-2002 tuvo un impacto muy fuerte en la población. De hecho, fue la peor crisis social, económica y política de nuestra historia moderna, con 54 por ciento de pobreza, 1 de cada 4 personas sin trabajo, muertos, 5 presidentes, pero así como se llevó un montón de cosas buenas tambiín se llevó algunas malas.
—¿Cuáles?
—Lo que le impedía al país crecer. Estaba ahogándose desde octubre de 1998 porque el tipo de cambio se había vuelto poco competitivo y la deuda te aniquilaba y hacía ajustar todo el tiempo. La crisis hizo megadevaluación, default más reestructuración, y Kirchner recibió la economía liberada de las dos cosas que oprimían su crecimiento, y sobre eso sumó decisiones de dirección política, de hacía dónde quería orientar el crecimiento.
—Cómo fue eso.
—Kirchner fue un muy buen orientador de la política, por eso decía que se asemeja a un director de un hospital de guerra que dice suturen, amputen, den penicilina. Es muy importante cuando se está emergiendo de una crisis, pero no creo que entendiera de economía.
—Usted es hoy un político reconocido, ¿no cree que contribuyó para eso la iracundia del ex presidente cuando lo acusó de querer enfriar la economía?
—Eso no lo sí. Sí fue (aquel incidente por el que renunció como ministro de Economía) la señal definitiva de que lo que yo venía proponiendo no se iba a hacer y correspondía dar un paso al costado. Enfriar la economía es una písima frase. Lo que hay que hacer es que la economía sea sustentable. Argentina es un país que en los últimos 36 años tuvo 14 recesiones.
—¿Quí fue lo que propuso y enojó a Kirchner?
—Parte de las mismas cosas que se están haciendo hoy mal y con retraso. Desde el principio tuve en agenda que había que moderar la inflación, fortalecer el frente fiscal dado que había comenzado la crisis financiera internacional y no sabíamos donde terminaría. Eso implicaba corregir los subsidios. En ese momento la inflación era 2 veces y media menos que ahora y los subsidios 10 veces menos. Si hubiíramos corregido esas cuestiones no tendríamos los problemas actuales y Argentina estaría creciendo. Por ser cabeza dura, por no refinar el diagnóstico, hoy asistimos a una economía enfriada.
—El gobierno dice que es una dícada ganada.
—Es una dícada en la que hubo mucho crecimiento económico, fundamentalmente por rebote.
—Explíquese, por favor.
—A Argentina le llevó hasta el tercer trimestre del 2005 recuperar lo que se había perdido desde octubre de 1998. Eso no es crecimiento, es un rebote. Pero si lo miramos desde el fondo, es cierto que creció mucho. Desde lo económico quiere decir que es muy distinto como estamos en relación a 2002. Supongamos que lo miramos adentro de una casa. El jefe de familia ahora tiene trabajo, la ama de casa una jubilación, los chicos van a la escuela a estudiar no a comer, se van de vacaciones, pueden comprar un auto o una moto… pero de esa casa hacia fuera, en el espacio público de la convivencia, no mejoró nada. No mejoraron la seguridad, la infraestructura, la salud, la educación a pesar de que gastó mucho más dinero en educación, en otras áreas hemos empeorado, la pobreza de hoy es igual al promedio de los 90. Es otro tipo de pobreza porque no viene del desempleo sino que la inflación es la que hace perder poder adquisitivo y culturalmente somos un país más crispado.
—¿Cuál es su vaticinio para lo que resta de la actual gestión?
—Para que la economía se recupere hace falta que quienes toman decisiones de inversiones y consumo, un empresario, una familia, un trabajador, perciban que el gobierno tiene claro el rumbo y cómo corregirlo. Tiene claro el diagnóstico y quí va a hacer. Y eso no está. El que tiene que tomar decisiones desconfía que el gobierno vaya en sentido correcto, entonces es muy difícil que se logre una recuperación. Estamos en una economía recesiva con inflación. El país tiene problemas graves pero no de la magnitud de las que ha tenido en el pasado: apenas corrijamos algunas cuestiones fáciles de corregir vamos a volver a crecer.
—Es optimista.
—Sí, para el mediano plazo.
—Sobre el comportamiento del dólar, que sigue siendo referencia de la clase media, ¿quí dice?
—El desplome del consumo de bienes durables y el consumo masivo, que genera esta recesión todavía leve y que además va a morigerar la inflación en el segundo semestre, me hace suponer que a fin de año tendremos un dólar que rondará los 9,50 pesos.
—¿No coincide toda la oposición en que el acuerdo con el Club de París es retomar un rumbo correcto?
—El acuerdo con el Club de París es positivo. Esto no va a tener un impacto inmediato para el hombre de a pie, pero le da a la Argentina mejores herramientas para que cuando cambien las perspectivas se detonen inversiones a otra escala y el país se pueda financiar de forma más barata.
Fuente: c3m.com.ar