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La novela entre el Gobierno y el papa Francisco

Presidencia de la Nación difundió oficialmente el envío de una carta del papa Francisco a Cristina Kirchner, fechada el 15 de mayo Si bien en Argentina todo mensaje papal es siempre un acontecimiento, el contenido del escrito era bien "plano": un saludo protocolar cuyo objetivo era desear buenos augurios por la celebración de la Revolución de Mayo Allí, el Sumo Pontífice de la Iglesia Católica le pidió al Señor "la intercesión de María Santísima de Luján que encuentren caminos de convivencia pacífica, de diálogo constructivo y mutua colaboración" para que "crezca así por doquier la solidaridad, la concordia y la justicia".

Hasta entonces, todo parecía rutinario y habitual. Sin embargo, al poco tiempo el sacudón lo produjo el sacerdote Guillermo Karcher, un argentino que se desempeña como jefe de ceremonial del Vaticano. Desde Roma, Karcher rechazó la veracidad de la misiva, y aclaró que esta no tenía la venia de Jorge Bergoglio. "Francisco se quedó atónito", contó el monseñor, quien había asegurado que tuvo el aval del prelado eclesiástico para aclarar lo ocurrido.

Además, sorprendió al Gobierno el tono durísimo empleado por el oficial de protocolo. Evaluó "de mal gusto poner el nombre del Papa" en una carta falsa, cuya autoría la atribuyó a "un artista el que hizo este collage". "No es justo, con el Papa no se juega", sentenció. Incluso, se atrevió a decir que fue de "muy mala leche" la difusión del escrito, "como dicen allá los argentinos".

Con la incursión de Karcher, el que tomó la iniciativa, nuevamente, fue el gobierno nacional. A travís del secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, y del secretario de Culto, Guillermo Oliveri, hicieron la desmentida de la desmentida: afirmaron que la carta "siguió el protocolo de siempre" y que salió de la "Nunciatura y fue recibida por medio del trámite normal y habitual".

"No sabemos por quí el Vaticano dijo que esta carta era falsa", se interrogaron los funcionarios en conferencia de prensa. Entonces fue cuando aparece en boca de los representantes del Ejecutivo un nuevo personaje de la comedia. Se trata de Marcela, la secretaria del Nuncio Emil Paul Tscherrig. "Marcela nos confirmó que la carta salió de la Nunciatura (la Embajada de la Santa Sede en la Argentina) y para nosotros es autíntica", plantearon. Así, le reclamaron a esa representación diplomática que saliera a aclarar lo sucedido.

Con este cruce de versiones cerró un jueves a pura especulación. Proliferaron teorías acerca de la veracidad de la carta, en las que se marcaron las diferencias entre las misivas precedentes de Francisco y el escrito de la polímica, como errores de ortografía, uso de mayúsculas y minúsculas, entre otros detalles menores. Los dichos del jefe de protocolo vaticano parecían tener cierto sustento, pero asimismo tambiín tenía respaldo lo que afirmaban los personeros del Ejecutivo nacional.

Esta mañana, bien temprano, la opacidad detrás del mensaje de Francisco comenzó a aclarar. Desde las 6, Karcher arrancó con un recorrido por las radios más escuchadas del país en la que se desdijo. En realidad, la nota ahora era "un telegrama legítimo" de Bergoglio, aseguró.

"Me rectifico con mucha honestidad. No fue una carta de puño y letra del Papa, fue un telegrama por el 25 de Mayo. Al ser un telegrama, a veces las faltas de ortografía suceden. El contenido es noble y acerca de los sentimientos del Papa", dijo Karcher. Así, la mayoría de las tapas de los diarios quedaron en ridículo.

Inmediatamente, apareció el Ejecutivo nacional e intentó zanjar la polímica. "Ayer, a última hora, el Nuncio nos confirmó la veracidad de la carta. Prefiero dejar esto de lado. Con monseñor Karcher nos conocemos bien", advirtió Guillermo Olivieri. Y sentenció: "a esta altura del partido no hay que sumar más confusión".

Tambiín se escuchó la ansiada y hasta ayer inaudible voz de la Nunciatura. "La carta es verdadera. Nunca fue falsa. Es una carta normal, un mensaje normal que se envía de un gobierno a otro. No puedo explicar el malentendido, no lo sí", afirmó el diplomático Tscherrig. "No continuemos a aumentar la pelea porque no hay pelea; son todas especulaciones", concluyó.

La última comunicación oficial la protagonizó el propio Papa Francisco, quien llamó al embajador argentino en el Vaticano, Juan Pablo Cafiero, y le expresó su malestar por todo lo ocurrido. Quien transmitió el mensaje esta vez fue Oscar Parrilli. En rueda de prensa, y en compañía nuevamente de Olivieri, leyó un telegrama redactado por la representación diplomática.

"De manera oficial me manifestó que la carta es autíntica. Se corresponde con los telegramas que suelen enviar a otras naciones cuando se celebran las fiestas patrias", asentó Cafiero en el escrito que fue leído por el secretario general de la Presidencia. Y agregó que el Papa "se lamentó por los que sembraron dudas" y se "molestó con algunos medios que quisieron sacar agua de la tierra árida para generar conflictos sin tener el rigor de informar con la verdad a la sociedad". Tras la comunicación, ambos funcionarios se retiraron sin responder preguntas.

Pese a las intenciones de la Santa Sede, el escándalo de las tintas vaticanas abona el terreno de las especulaciones y de las lecturas políticas. En principio, puso de manifiesto la desconfianza de la Iglesia Católica, o parte de ella, en el uso político que le da el Gobierno a la palabra de Francisco. La rapidez en salir a desmentir lo refleja. Pero tambiín expone los vericuetos e internas, siempre conflictivas, de la cúpula eclesiástica y de la diplomacia.

Más allá de todo análisis, lo cierto es que en algún lugar de la alta política, el diablo metió la cola.

Fuente: c3m.com.ar