Tras una descomunal presión oficial que se extendió desde el viernes hasta entrado el fin de semana, el presidente de la AMIA, Agustín Zbar envió -desde Israel- una suerte de retractación al pedido para que la DAIA desista de la querella en la causa Memorándum con Irán. Desde ese exilio pidió además una “licencia por tiempo indeterminado” y se desdijo sobre lo endeble que había considerado la acusación penal contra Cristina de Kirchner que está en etapa de juicio oral, con fecha de inicio indefinida. El volantazo y su alejamiento “indeclinable” respondieron a intensas gestiones que emanaron desde la Casa Rosada y, según fuentes ligadas a la dirigencia comunitaria, tuvieron como protagonista a Guillermo Yanco, esposo de la ministra de Seguridad Patricia Bullrich y uno de los nexos del Gobierno con las instituciones judías.# Es que la juzgada de Zbar -que no quedó del todo desactivada y que hirió la legitimidad al expediente penal- hubiera traído una consecuencia técnica-jurídica: como la denuncia de Alberto Nisman fue reabierta a instancias de la querella, sin impulso privado, tendría destino de cierre definitivo aún antes de realizarse el juicio. Así podría arrastrar otro aspecto de la tesis oficial que sostiene que hubo un crimen detrás de la muerte del fiscal precisamente por la gravedad que implicaba su denuncia.
Zbar fogoneó la discusión del 15 de enero en la comisión directiva de AMIA y el envío de la misiva dirigida a Jorge Knoblovits el 22 de ese mes, que estalló públicamente el jueves pasado. Iba acompañada, como informó Ámbito Financiero, de una estrategia de diferenciamiento con la DAIA que incluía el pedido subterráneo de “mudanza” de las oficinas que ocupan en Pasteur 633. La carta dejó entrever el “error” de un manejo político por detrás del impulso de la querella contra el kirchnerismo, y la necesidad de abandonar esa postura. Zbar fue mucho más allá en declaraciones posteriores: “No me animo a decir que el memorándum era un pacto de impunidad con Irán”, indicó. Con esto, no sólo implotó la interna dirigencial sino también lanzó un misil sobre el principal argumento que sostiene la débil instrucción hecha sobre la denuncia de Nisman que aguarda que el Tribunal Oral Federal N° 8 fije fecha para el juicio oral contra Cristina de Kirchner y otros doce imputados. Trascendió que fue su lazo como exsocio del presidente de la Corte Suprema, Carlos Rosenkrantz, el que animó a Zbar a adentrarse en la polémica. ¿Tuvo un dato privilegiado sobre el pronóstico de ese eventual juicio para lanzar la carta que sacudió la interna?
En el cuarto piso del Palacio de Tribunales especularon que si Rosenkrantz fue el que desató la avanzada, hubiera sido menos peligroso que se pusiera a manipular una granada sin espoleta. En la AMIA no sólo miraban como perjudicial la querella en la causa del Pacto con Irán y el eventual apoyo de la DAIA a la aventura oficialista de un juicio en ausencia a los acusados por la voladura de la mutual judía en 1994, por el momento inconstitucional en el ordenamiento jurídico argentino. La lupa estaba puesta en el resultado del juicio por encubrimiento de la investigación inicial que tiene sentado en el banquillo al extitular de la DAIA Rubén Beraja. Zbar temía la onda expansiva de una eventual condena, a conocerse en marzo.
“Entendí erróneamente que era mejor para preservar a la comunidad de una contienda política de orden nacional que esa causa en etapa de juicio oral prosiguiera sin la participación de la comunidad como querellante. Por eso impulsamos ese pedido a la DAIA. Muy lejos de mis intenciones estuvo lavar la responsabilidad de los asesinos y todos sus cómplices. Sólo perseguía enfatizar que en el futuro fuera el propio Estado quien persiga las condenas. Lamento inmensamente que este pedido haya traído más dolor enojo y divisiones”, indicó Zbar en su carta de “renuncia”. Sin querer (o no) volvió a ratificar que el juicio por el memorándum es un capítulo más de una “contienda política”. “Asumo absolutamente la responsabilidad del error cometido, pido nuevamente disculpas e informo que, al mismo tiempo, he solicitado de manera indeclinable una licencia por tiempo indefinido en mi rol como presidente de la AMIA, para que mis compañeros de Comisión Directiva puedan continuar trabajando con total libertad y no entorpecer el accionar cotidiano de la institución”, culminó. Sin formato de renuncia formal, como indicaron que le reclamó Yanco, que funge como vicepresidente del Museo del Holocausto, Zbar también perdió apoyo de la ortodoxia de la AMIA, representada en el Bloque Unido Religioso (BUR), su propio partido. Paradójico es que la AMIA quedará en manos del vicepresidente primero, Ariel Eichbaum. Es quien firmó la carta a la DAIA mientras Zbar estaba en Israel. La salida del titular de AMIA no retrotrae por sí misma el pedido de desistir de la querella: fue aprobado por “unanimidad” por su comisión directiva. Tanto así que la DAIA anunció que lo sometería a discusión de sus 120 entidades adheridas en mayo. La sospecha es que había una mayoría que avalaría apartarse de la querella. Cuando DAIA dispuso ir por la reapertura, la decisión nunca fue sometida a votación, en 2016. De hecho, fue uno de los motivos para abandonar la causa de Claudio Bonadio, cuando le requirió a la DAIA el poder mandatario para constituirse como querellante. Casación fue más magnánima, pero ató su resolución a la acusación privada. El fiscal Javier De Luca que desistió de impulsar la acción es en los papeles superior al fiscal de juicio. La paradoja hubiera resultado en que sin la DAIA, todo el juicio colapsaría.
Fuente: c3m.com.ar