El Periodista Ignacio Zuleta analiza en Otrosambitos (Pop Radio 96,1) la política argentina Dijo que el único opositor es Macri porque Binner a veces se sienta con la presidenta y la gente no entiende el mensaje.
Para un Gobierno que es todo estilo, un cambio en ese terreno pesa más que un paquete de convicciones. Por eso se conmovió anoche el kirchnerismo del Congreso cuando empezaron a llegar las invitaciones de Presidencia para que senadores y diputados se presenten el sábado al mediodía a un asado en Olivos con Cristina y Nístor Kirchner. Nunca ocurrió, desde 2003, tamaño dispendio, salvo una invitación a la residencia presidencial durante la batalla de la Resolución 125 que se resolvió en un discurso de Cristina de pie y sin vituallas. «Una fritanga, en realidad», recordó anoche un diputado mientras enrollaba el mail con la invitación.
Fue en la sobremesa de la cena en donde se repartieron las invitaciones, una previa a lo del sábado que transcurrió en los altos del coqueto restorán chino de la calle Corrientes al 2000 que suele usar Carlos Kunkel para sostener la mística kirchnerista de sus compañeros. Algo imprescindible cuando se manejan grupos políticos que necesitan siempre tener en claro los dos materiales que forman su canto: la ideología y el negocio. A un aliado hay que explicarle siempre cuál es la ideología o el negocio de un proyecto. Es dramático cuando no hay ni ideología ni negocio, algo que embarga hoy a muchos kirchneristas que han dejado de ser mayoría en el Congreso.
Esperable, tambiín por lo del estilo, que un kirchnerismo en minoría en el Congreso -y en la sociedad, si se mira el resultado de la última elección- avance en estas terapias de contención con los propios. Advirtieron ya un adelanto de ese giro de estilo los consejeros del PJ que estuvieron con Kirchner en el Chaco la semana pasada. «Era otro Kirchner, suave, contemporizador, sin gritos, sin crispaciones, despacito, despacito; hablaba con todos, hasta se quedó en la reunión de consejeros, un tiempo que nunca le había dedicado», dijo un gobernador.
Enlazar a los dos bloques del Congreso con un abrazo terapíutico compensa lo que el Gobierno ya no le puede dar a los legisladores, que se sienten día a día más atraídos a buscar sociedad con la primera minoría opositora de las dos Cámaras que se mueve como dueña del futuro. El punto en el cual se vuelve imprescindible atar a los bloques es cuando el kirchnerismo ve que la oposición aplica el mítodo de avanzar en proyectos como el nuevo reparto de la ley del cheque con la zanahoria de que habrá más dinero para las provincias. Con eso busca el voto del interior que desbalancea, que es el del peronismo.
El centro del discurso que dará Cristina a los legisladores es que no se dejen engañar con ese ardid opositor de buscar triunfos en temas que creen benefician a los peronistas. De eso sabe mucho el matrimonio, que desde 2007 se anotó victorias legislativas que le permitieron oxigenarse en la debilidad, haciendo votar en el Congreso proyectos que eran banderas de la oposición, como la estatización de las AFJP y de Aerolíneas, o la ley de medios, que es una copia de la que Fernando de la Rúa había mandado al Congreso. Con eso el kirchnerismo exhibía a los opositores en la posición vergonzante de rechazar lo que antes había reclamado como bueno. Ahora la oposición explota el mismo mítodo, ¿cómo no votaría un peronista del interior una ampliación del reparto de los fondos de la ley del cheque en favor de las provincias?
Lo peor que le puede pasar al Gobierno es que este mítodo prospere en otras cuestiones, como la apertura a debate de algunos artículos del Presupuesto, la contrarreforma al Consejo de la Magistratura y otras iniciativas para desmontar el tinglado kirchnerista de estos años. Es difícil lograrlo, pero Kirchner guarda un argumento: dejarse arrastrar por la oposición es cerrar el camino a un Gobierno kirchnerista en 2011. No le importan al matrimonio tanto los asuntos que se discutan sino el espectáculo que daría un oficialismo que se desgrane a pedazos acentuando lo que es ya una lacerante minoría.
Un kirchnerismo sin 2011 es una señal para ahora mismo, es el argumento que repite Kirchner cuando le preguntan por quí insiste en su candidatura cuando los números no le dan.Si resigna el futuro, dice, se rinde en el presente y eso produce una corrida política con pírdida de apoyo en el propio peronismo, algo que puede desestabilizar al Gobierno más que cualquier sueño destituyente de la oposición.
Algo les deben los Kirchner a los legisladores del oficialismo, que vienen de un raid de derrotas en el Congreso, las dos preparatorias en las Cámaras, la caída de los dos DNU de reservas, algo imposible de compensar con ese galardón que es poder mantener en el Central a Mercedes Marcó del Pont, de quien hasta Menem habla bien. Habrá reproches mutuos en este ejercicio privado de lamer asperezas o limar heridas, o viceversa, que tanto da.
Abrir el quincho de Olivos es casi un sacrificio para los Kirchner, que guardan la intimidad de esas estancias para familiares y entornistas íntimos. Pero les llega la necesidad de hacer algo de política, oficio que consiste en nada más que crear futuro. Para el kirchnerismo de 2003 ese ejercicio lo obturó la necesidad de construir un pasado imaginado como un friso en donde podían ponerse los Kirchner, aunque nunca lo hubieran habitado. Era la forma de encontrarse, siempre imaginando, con aliados necesarios en la construcción transversal.
Seguramente es tarde para empezar a construir futuro, es decir para hacer política, algo que hoy parece estar en la vereda de la oposición. El intento de hacerlo abriendo el quincho de Olivos es casi conmovedor de un Gobierno en donde parece que ahora neurona mata a hormona.
Fuente: c3m.com.ar