El analista político Vicente Massot dijo en Otrosambitos (Pop Radio 96,1) que detrás de este apuro de reforma política del gobierno nacional lo único que pretende es lograr la presidencia de Kirchner en el 2011.
A vuelta de sus encuentros y riñas, tributario del viejo e inagotable tronco peronista, el kirchnerismo es refractario a cualquier abordaje que se le quiera hacer con arreglo a categorías ideológicas. No es que rechace todo anclaje doctrinario, pero en ello no radica ni su fuerza –que ha probado ser mucha– ni su naturaleza, siempre reacia a dejarse analizar. Como quiera que sea, lo cierto es que el fenómeno nacido, hace más de cuatro años, a caballo del triunfo electoral del político santacruceño, ha dado lugar entre nosotros a una coalición inídita por sus rasgos constitutivos y sus adherentes.
Lo que primero se echa de ver es el componente aluvional, en el sentido de que la adhesión que ha cosechado el kirchnerismo proviene de los más distintos sectores de la vida política argentina que ni por asomo –de habírseles preguntado en 2002– hubieran sospechado el espacio que hoy ocupan bajo sus generosos pliegues. Es que así como en su momentos iniciales fue sorprendente la capacidad de Menem para concitar el apoyo –impensable en tírminos de la dicotomía peronismo-antiperonismo– de los estratos más humildes y más pudientes del país, para cerrar un largo ciclo de antagonismo abierto o larvado, según las circunstancias, entre los seguidores de Perón y sus furiosos enemigos, así tambiín ha sido notable, en este orden, la alianza de hecho montada en derredor de Nístor Kirchner.
Fuente: c3m.com.ar