Los desaciertos de la ex funcionaria provocaron una serie de ajustes en la Cancillería, que finalmente no lograron alinear su gestión con la visión del Presidente. Por qué su voto en la ONU a favor de Cuba colmó la paciencia del Presidente y la estrategia de “purga ideológica” en el cuerpo diplomático
Javier Milei sostuvo a Diana Mondino como canciller durante meses, a pesar de la interminable cadena de furcios y desaciertos que, uno tras otro, contradijeron la línea ideológica libertaria o pusieron en aprietos al Gobierno en el ámbito internacional. En cambio, optó por “ayudarla”, primero con una intervención del ministerio, a través de una asesora de Karina Milei, Úrsula Basset. Y, luego, con el nombramiento como Secretario de Nahuel Sotelo, del grupo más cercano a Santiago Caputo, para darle “respaldo político”. Sin embargo, la estrategia no dio resultado, y los desacuerdos de la Casa Rosada con sus medidas en política exterior siguieron, hasta que el Presidente decidió soltarle la mano, ayer, y desplazarla del cargo tras interminables especulaciones.
Mondino estuvo en la cuerda floja muchas veces, pero siempre persistió, con apoyo del Presidente. Su salida estaba en los planes generales, a futuro, pero no tenía fecha, y nadie esperaba que la decisión de eyectarla se produjera ayer. Se precipitó después de que se conociera el voto de la Argentina en la Asamblea de la ONU a favor de Cuba, junto a Irán y Venezuela, a pesar de que el Presidentehabía dicho, repetidamente, que su alineamiento principal era con Estados Unidos e Israel.
La ministra de Relaciones Exteriores estuvo innumerables veces al borde de la eyección, pero siempre logró mantenerse a flote. Milei la apreciaba desde una perspectiva personal (de hecho, estuvo a punto de ser su candidata a vicepresidenta en 2023); y medía bien en las encuestas. A pesar de los gaffes, incluso su principal detractora en Balcarce 50, Karina Milei, se había hecho a la idea de que tendrían que convivir por tiempo indeterminado, al punto de que llegó a sacarse algunas fotos con ella para mostrar que la relación había mejorado.
Además del aprecio y la conveniencia, al “triángulo de hierro” le pesaba, para pensar en un reemplazo, el factor habitual de falta de cuadros políticos propios o de confianza. Y si bien Mauricio Macri y Patricia Bullrich -por separado- tenían especial interés en “ayudarlo” con referentes de las filas de PRO (que, de paso, les representarían mayor poder en el Gobierno) el área era demasiado importante para Milei como para cederle su manejo a los aliados.
La votación ante Naciones Unidas a favor de Cuba, no obstante, fue demasiado para el Presidente, que entendió que más allá de la presencia en el Palacio San Martín de funcionarios o asesores de línea directa con el Ejecutivo, controlar cada movimiento de Mondino resultaba imposible. “No entendió la agenda del Presidente”, resumió la decisión un alto funcionario.
Algo similar ocurrió con la lógica que había impuesto Santiago Caputo en el ministerio de Salud, donde intentó conducir las políticas sanitarias a través de su amigo Mario Lugones mientras el ministro era Mario Russo, pero en la práctica no lo logró. En ese caso, Caputo empoderó a Lugones. En la situación de Cancillería, Milei ascendió al embajador en Estados Unidos, Gerardo Werthein, que en los próximos días dejará Washington para instalarse en Buenos Aires y reemplazar a Mondino. Milei cree que el empresario entiende su pensamiento ideológico, y que está de acuerdo.
“Diana es fiel, sí. Pero nunca entendió que Javier no está dispuesto a las medias tintas, que no le importa romper el status-quo”, explicó el razonamiento un funcionario de diálogo directo con el Presidente.
Según supo Infobae, asesorada por funcionarios de carrera, ayer Mondino privilegió que la Argentina votara en línea con su posición histórica. Y fue esa determinación, que normalmente sería aceptada por un jefe de Estado, la que provocó un punto de quiebre en la valoración de Milei. “Javier está convencido de que no hay efectos negativos para el país en plantear sus ideas en el plano diplomático. Por más disruptivas que sean, las inversiones van a venir igual y las relaciones se van a mantener. Pero todavía hay gente que no lo puede entender”, deslizaron en su entorno.
Y compararon con las políticas del ex presidente más admirado por Milei, Carlos Menem: “Las relaciones con Estados Unidos fueron carnales a pesar de que Menem se alineó con Juan Pablo II contra el aborto y los anticonceptivos”, resumió un colaborador.
Aunque el despido de Mondino fue sorpresivo, recientemente la Casa Rosada había dado señales de que la paciencia del jefe de Estado estaba acabándose. La carta que Milei le envió la semana pasada a todos los miembros del cuerpo diplomático instándolos a seguir sus lineamientos de política exterior o renunciar, en rigor estaba dirigida formalmente a Diana Mondino.
En aquella misiva el Presidente la elogiaba efusivamente, pero también le hacía notar públicamente que debía poner orden en la línea ideológica del ministerio y las representaciones en el exterior. Además, se la mandó poco después de echar al representante argentino ante la ONU, Ricardo Lagorio, por su reticencia a retirarle el respaldo a la Agenda 2030 -ahora llamada Pacto del Futuro- en la Asamblea General; al vicecanciller, Leopoldo Sahores; y al director de Derechos Humanos, Christian Machuca, también acusados por falta de alineamiento con sus ideas disruptivas.
“Cuando llegó, Mondino se apoyó en los funcionarios de carrera del ministerio para que la ayudaran. Y se entendió, es una ‘orga’ muy difícil, con gente que está hace mucho tiempo y cree que tiene más poder que el canciller. El problema es que, al depender de ellos, le costaba tomar decisiones propias”, explicaron en la cúpula del Gobierno. Para Milei, la sincronía de la tropa con las directrices económicas no es suficiente: también la quiere firme en las áreas sociales y políticas.
En la Cancillería fueron algo más duros: “La misión Capital no estaba dando órdenes claras. Milei quiere una purga ideológica, está convencido de lo que piensa y lo va a hacer cumplir. Si vas a depender de lo que piensa la casta de vos, no podés ocupar ese lugar”, dijeron, preocupados por la cumbre del G-20 que se celebra a fin de mes.
“Seguramente creyó que era lo mejor, pero no estamos de acuerdo”, intentaron suavizar en la Casa Rosada, en referencia a las intenciones de Mondino en la votación de ayer sobre el embargo a la isla.
Ante la seguidilla de problemas previas a su eyección, en junio Karina Milei habia insertado en el piso más alto del edificio de la diplomacia, junto al despacho de Mondino, a la abogada Úrsula Basset, mujer de su confianza. Primero de manera informal, pero luego, desde esta semana, con el rol de “asesora” en los papeles. Su misión era monitorear las decisiones de Mondino y sus subalternos, con especial énfasis en los temas administrativos, desde los nombramientos a las aprobaciones de viajes, gastos, etc. Principalmente, dijeron, para ayudarla a poner orden al estilo del ajuste libertario. Desde hace meses que la mayor parte de las decisiones pasaban por su despacho, y su nombre estaba prácticamente en todas las conversaciones de los funcionarios de la cartera.
Dos meses después, Milei hizo lo propio con un funcionario político, pero con fines estrictamente políticos. Por recomendación de Santiago Caputo, que defendía a Mondino a pesar de la serie de inconvenientes, nombró como Secretario de Culto y Civilización a Nahuel Sotelo, armador territorial de los libertarios en el conurbano, que ocupaba una banca en la Legislatura bonaerense y visitaba seguido el despacho de Caputo en Balcarce 50, pero también las oficinas de Eduardo “Lule” Menem y Lisandro Catalán.
Esa decisión coincidió con el momento en que el Presidente empezó ubicar la política exterior en un lugar de mayor importancia que hasta entonces. “Cuando vimos lo que estábamos haciendo con la economía, que habíamos llegado a un dígito de inflación, decidimos que era principal salir a mostrar lo que estaba pasando”, descibió un asesor.
Entre los dos, el objetivo de la cúpula libertaria era “apuntalar” a Mondino. Por caso, junto al nuevo vicecanciller que reemplazó a Sahores, Eduardo Bustamante, de las filas de PRO, estaban en pleno proceso de revisión de la declaración de países del G-20, atentos a que no se les escapara ninguna línea “woke” -vinculada, por ejemplo, a las políticas de género y a la contaminación- con la que no estuvieran de acuerdo.
Además, la habían desplazado de varias gestiones internacionales. Y recientemente habían evitado que se involucrara en la difusión de la estrategia del Gobierno para que la Argentina evitara caer en la lista gris del GAFI, a pesar de que la Cancillería había tenido injerencia directa en las negociaciones con los países que forman parte del grupo.
En la misma línea, la propia Karina Milei estaba asumiento desde la Secretaría General, usualmente dedicada a funciones domésticas, tareas que normalmente le corresponderían a un Canciller. Hace dos semanas viajó a Francia, para reunirse con funcionarios de primera línea de Emmanuel Macron. Y tiene en agenda una visita de alto voltaje a China. “Hoy, Karina es nuestra principal embajadora en el mundo”, dijeron hace unos días en el Palacio San Martín, descontentos con el desempeño de Mondino.
Desde que Milei envió la carta a toda la diplomacia argentina, no hubo renuncias voluntarias en las embajadas y la Cancillería, pero en los despachos de mayor rango del Gobierno avisan que los despidos de Lagorio y de Sahores y Machuca no fueron los últimos. Y pronto, adelantan, habrá novedades con secretarios, subsecretarios y directores. La eyección de Mondino, a pesar de los miramientos sobre sus buenas intenciones, fue una demostración de que al Presidente no le temblará la mano a la hora de desplazar a todo aquel que no esté en sintonía con su agenda social en el plano internacional, a pesar de que vaya en contra de las recomendaciones de funcionarios de línea, con décadas de carrera diplomática.